Metaverso sostenible: impacto económico y político de la Web3 y la Realidad Extendida

Hace unos meses inicié una reflexión sobre la sostenibilidad en el Metaverso, desde la identidad individual y social en esta nueva revolución, hasta el impacto medioambiental, pasando por la accesibilidad / adaptación a las diversas discapacidades de la Realidad Virtual como parte del mismo.

Hoy toca el turno de ver el último de los pilares: el impacto económico y político, dos caras de una misma moneda que se relacionan íntimamente como pilares organizativos de la sociedad. Hablaremos de conceptos como Blockchain, Criptomonedas, NFTs, DAOs, DeFi o la legislación y la protección de datos en este nuevo entorno.

Fuente: Freepik

Descentralización y Metaverso: la Web3

A estas alturas, Metaverso y Web3 son términos que, aunque diferentes y por tanto no sinónimos, se entrelazan en la mayor parte de las conversaciones sobre el tema. La Web3 puede formar parte del metaverso, si bien hay quien piensa que no es un elemento obligatorio para su constitución. Pero, ¿qué es la Web3?

La Web3 es el concepto paraguas que se suele usar para la nueva evolución de Internet, basada en el uso de cadenas de bloques descentralizadas. O lo que es lo mismo: la tecnología blockchain. Un nuevo Internet en el que la propiedad pasa a ser parte de los desarrolladores y los usuarios, y a coordinarse a través de los tokens: las unidades que acreditan una posesión y que se emiten con una finalidad determinada en el mundo digital.

Leyendo un artículo, hacía referencia a que los tokens son como «cuando en el mundo real intercambiamos nuestro dinero por fichas que activan los coches de choque, desbloquean el carrito del supermercado o nos permiten jugar en un casino».

De esta forma, los tokens pueden servir para formar parte de un club privado, ser parte de un proyecto, pagar por un producto o servicio o llevar a cabo diferentes operaciones financieras (Finanzas Descentralizadas – DeFi).

Criptomonedas vs NFTs

Es en estos últimos casos en los que pasamos a hablar sobre todo de las Cryptos o Criptomonedas: tokens cuya principal utilidad es la de medio de pago descentralizado en un entorno virtual, además de servir como reserva de valor o ahorro. Hablamos así de tokens fungibles, sustituibles por otros iguales y que emplean un cifrado criptográfico para asegurar su titularidad y la integridad de las transacciones generadas con ellas.

A diferencia de las divisas tradicionales, no están reguladas por una institución ni requieren de intermediarios: para su control se usa una base de datos descentralizada o un registro contable compartido y, para su almacenamiento, una cartera digital o wallet.

En la otra cara de la moneda se encuentran los Tokens no fungibles, los famosos NFTs. Con una nueva economía, es inevitable que vuelva a surgir la exclusividad como generadora de demanda. Y, en este sentido, los NFTs son activos digitales encriptados en forma de tokens que representan algo limitado y único; y que, por tanto, NO son intercambiables entre sí de forma idéntica.

Pero a estos Tokens, el propio mercado de la oferta y la demanda, les asigna un precio determinado (en valor de criptomonedas) teniendo en cuenta factores como la cantidad de unidades disponibles, su utilidad (¿qué beneficios te aporta ser propietario de dicho NFT?) o la confianza del futuro de los proyectos que a menudo financias cuando compras estos tokens.

Pensemos en una especie de crowdfunding con un bien digital que acredita tu participación y el acceso a los beneficios derivados: una fiesta en un yate, la entrada a una web, nuevas entregas de NFTs, una votación sobre el futuro del proyecto, reparto de ingresos generados…

Un nuevo concepto de comunidad y orgnanización política

¿Nos suena esto último a la posible llegada de una nueva forma de organizarse?

La revolución de la tecnología blockchain va más allá de lo que algunos califican de «cromos digitales»: si la Web1 (leer) favorecía a los publicadores; y la Web2 (crear) favorecía a las plataformas en las que se generaba contenido – como Google o Facebook; se supone que la Web3 llega para devolver el poder y la propiedad a los creadores y a los usuarios.

Esto se debe a las características intrínsecas de las cadenas de bloques: a través de los tokens pasas a formar parte de un nuevo concepto de comunidad en el que tu pertenencia está acreditada, además de poder participar de los beneficios generados por la misma, votar para la toma de decisiones y eliminar así de la ecuación a las plataformas como principal agente de organización y de toma de decisiones.

La nueva comunidad se auto-gestiona. Y no solo eso: si no que también puede poner encima de la mesa lo que se conoce como «smart contracts» o contratos inteligentes, que se diferencian de los contratos tradicionales al poder establecer unas condiciones que se pasan a cumplir de forma automatizada y sin intermediarios; y que además no pueden modificarse sin llegar a un nuevo acuerdo. ¿Os imagináis que los programas de los políticos llegaran a ser así? ¿Recuperaría eso la confianza perdida del ciudadano en sus líderes? ¿O generaría otros nuevos?

Bajo estas premisas, llegamos a las DAOs o Asociaciones Anónimas Descentralizadas, un nuevo modelo político que consigue deshacerse de intermediarios en el proceso de gestión de una empresa u organización, funcionando de forma plena sin una gestión jerárquica. ¿Cómo lo consigue? A través de esos smart contracts: con reglas automáticas preprogramadas que hacen que la asociación funcione de forma autónoma y permiten la coordinación a través de un protocolo de consenso distribuido.

La pertenencia a esta DAO se gestiona a través de los tokens, por lo que comprar tokens de una DAO en particular podría equivaler a comprar acciones tradicionales de una compañía pero a cambio de mayor poder y pasando a formar parte de una comunidad descentralizada.

DeFi: finanzas tradiciones + transparencia + descentralización

Otro término a tener en cuenta es el de las DeFi (Decentralized Finance / Finanzas descentralizadas), una nueva tendencia en torno a la tecnología blockchain que busca desechar la necesidad de instituciones financieras centralizadas y opacas.

De esta forma, cualquier persona podría crear un producto financiero transparente basado en los smart contracts, donde no hay lugar para sesgos en la toma de decisiones y donde se recoge de forma transparente un registro escrito e inalterable de cada acción.

Esto supone una nueva forma de solicitar préstamos, contratar seguros o, por ejemplo, llevar a cabo operaciones financieras internacionales evitando la burocracia, costes y tiempo que suele suponer, al mismo tiempo que se garantiza la confianza y la transparencia de las condiciones sin necesidad de estar bancarizado. Es decir, el impacto de las criptomonedas se traslada a la totalidad del ecosistema financiero.

¿Te imaginas un seguro de catástrofes que, en el momento en el que detecta la misma gracias al uso de la tecnología y de los sensores, te ingresara la compensación económica al instante? Con este ejemplo, nos podemos imaginar el nivel de cambios que se pueden llegar a producir con la proliferación de la Web3.

Por supuesto, después de haber hecho este repaso hay que dejar claro que toda evolución conlleva sus riesgos. Y que las promesas de esta nueva forma de organización, que puede llegar a afectar a todo el tejido económico y político, trae también consigo nuevos riesgos: el robo de criptomonedas, posibles vulnerabilidades en los smart contracts que podrían aprovechar los hackers o la pérdida de flexibilidad humana en la toma de decisiones, que no siempre se usan los sesgos con finalidades negativas.

Pero también es cierto que el impacto de la Web3 y la descentralización en política (en el sentido de gobierno y modelos organizativos) y en la economía podría marcar un antes y un después en el devenir de nuestra sociedad.

El Metaverso: nueva economía y puestos de trabajo

¿Y dónde queda en todo esto el Metaverso? Realmente hay debate sobre qué piezas son indispensables para hablar del Metaverso. Hay elementos como los avatares, la tridimensionalidad, la socialización o la parte experiencial que parecen generar una especie de consenso; pero al igual que sucede con la Web3, hay un pilar relevante que genera dos bandos opuestos sobre su indispensabilidad en el Metaverso: la Realidad Extendida.

¿Tiene una experiencia que ser inmersiva, a través de AR o de VR, para ser considerada parte del Metaverso? ¿O basta con que sea Web3D? Seas partidario de una u otra cosa, lo cierto es que la Realidad Extendida, como otros pilares adyacentes del Metaverso (5G, Cloud, IA…), trae consigo una serie de puestos de trabajo y la promesa de una nueva economía bajo el brazo.

Solo hace falta ver la gran apuesta de compañías como Meta por el tema, con promesas como la generación de más de 10.000 puestos en Europa para construir el Metaverso o ayudas millonarias dirigidas a los nuevos protagonistas de esta nueva ola: los creadores de contenido.

Si bien es cierto que, con la amenza de un nuevo periodo de recesión y la crisis económica-política que afrontamos, han frenado sus planes. Meta, Unity, Niantic y otros tantos gigantes relacionados con el nuevo concepto de Metaverso anunciaban hace poco una oleada de despidos y recortes: la nueva ola, como otras tantas cosas, está sufriendo una desaceleración.

Aunque todavía hay esperanza, con noticias como el lanzamiento del Proyecto Cambria de Meta (gafas de realidad mixta enfocadas a la productividad y a la transformación del tejido empresarial) o la más que segura entrada de Apple en este sector en 2023. ¿Ganará la ilusión y la obsesión de Mark Zuckerberg, entre otros, por construir esta nueva Realidad? ¿Se apagará en medio de una crisis económica sin precedentes? Quién sabe, aunque si me leéis ya sabéis que formo parte de los creyentes.

Legislación y Metaverso: una mirada al futuro

Y si hablamos de evolución y de sostenibilidad política/económica, es inevitable hablar de legislación. Al fin y al cabo, todo lo anterior no sería sostenible si generara conflictos legales, puesto que hablar de evolución sostenible es hablar de avances que mejoren nuestra convivencia presente sin comprometer o poner en riesgo nuestro futuro.

A lo largo del post ya hemos nombrado algunos elementos a tener en cuenta dentro de la legislación del incipiente Metaverso (la mayor parte de ellos ya presentes en Internet pero magnificados con este nuevo «salto»): el hackeo de información, la suplantación de la identidad, la responsabilidad legal en sociedades descentralizadas o los posibles sesgos de las Inteligencias Artificiales a la hora de tomar decisiones de forma autónoma son solamente algunos de ellos.

Aunque quizá el principal problema legislativo gire en torno a la captura, procesado y activación de los datos personales e incluso biológicos de las personas. Nos encontramos en un momento en el que se captura más información que nunca sobre nuestras características y comportamientos: edad, sexo, altura, peso, localización, huellas dactilares, identificación facial, pulsaciones, nivel de oxígeno en sangre, interacción con fotografías y vídeos, compras, horas de uso, amistades, lenguaje positivo o negativo… ¿quién da más?

Así, hay tres momentos clave en torno a estos datos: captura – siendo imprescindible el consentimiento expreso de cada usuario para ello, con leyes como la GDPR luchando todavía para que se cumplan en Internet -, procesado – ¿cómo los vas a tratar? – y activación – ¿para qué los vas a usar?

El Metaverso no supone un cambio integral de la legislación en este aspecto y, de hecho, aplican las mismas leyes que en la actualidad. Pero sí que cuenta con nuevas situaciones que deben ser contempladas para modificar o ampliar la legislación. Y no nos olvidemos de que algunas de nuestras leyes todavía no se han puesto al día con Internet. Más aún en un entorno cada vez más globalizado donde la primera duda es qué legislación aplica en cada situación.

Pongamos como ejemplo un caso claro para el devenir de la Realidad Extendida: la Realidad Mixta (o Aumentada) en exteriores. A día de hoy, aunque las Ray-Ban Stories de Meta campen a sus anchas por ciudades de todo el mundo, se considera ilegal la grabación sin consentimiento expreso – y en el caso de menores, por escrito por parte de sus tutores – del resto de personas que están a nuestro alrededor. ¿Fracasará entonces la realidad aumentada en exteriores por este aspecto? ¿O se harán excepciones y se modificarán las leyes?

Por ejemplo, así sucedió con Google Maps: se evaluó el impacto en la sociedad y las posibles vulneraciones de derechos y se permitió la toma y publicación de imágenes con la condición de tapar las caras o las matrículas de los vehículos.

Posiblemente este tipo de situaciones se den más que nunca durante los próximos años: en la explosión de una ola nos enfrentamos a momentos de incertidumbre, novedades no contempladas en la legislación o vacíos legales que deben taparse rápidamente para no comprometer por el camino nuestros derechos como individuos y garantizar un desarrollo sostenible.

Más preguntas que respuestas

Si has llegado hasta aquí, te agradezco que hayas compartido conmigo esta reflexión general sobre el devenir de la política y de la economía con nuevas tendencias como el Metaverso o la Web3. Posiblemente, a estas alturas haya generado más preguntas que respuestas pero, al menos, en esta serie de artículos nos estamos planteando juntos el impacto en la sociedad, en los colectivos y en los individuos, de los desarrollos tecnológicos que pueden ser decisivos para nuestro futuro.

Para terminar, y como siempre digo, si eres una persona experta en alguno de los temas que he tratado y consideras que he cometido algún error o bien quieres sumar información al respecto, no dudes en contactarme vía LinkedIn.

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